Mi amistad con Xesús Mato procede de nuestra afición al cine, ya que él es un asiduo de la Semana de Cine, y son muchos los ratos que comentamos el momento actual que vive la industria y sus géneros. Dicha amistad se hizo mas estrecha a raíz de una colaboración de Auxilia-Lugo con el Festival de Cine de Lugo. Xesús también hizo de puente para que varias películas argentinas pudieran estrenarse en España dentro de la Semana de Cine. No obstante un reciente viaje a Argentina y Uruguay, hizo mayor aún si cabe esta relación de amistad, convirtiéndose además en un excelente compañero de viaje.
En un vuelo de catorce horas da tiempo para hablar de muchas cosas: la familia, el trabajo, el cine y la iglesia. Una vez llegados a Buenos Aires e instalados en el hotel Castelar en plena Avenida de Mayo, mato me sube a la habitación 704 en donde se hospedaba Federico García Lorca cada vez que viajaba a Buenos Aires y que hoy en día permanece cerrada y dedicada a su memoria.La presentación de unos familiares de Xesús y que se dedican al cine en Argentina, me hicieron comprender que era un autentico anfitrión y que no podría separarme de él durante nuestra estancia en la capital porteña.
Durante los días siguientes recorro con Mato la cosmopolita Buenos Aires que no deja de sorprender por sus contrastes; en ella conviven el apego al barrio y a la melancolía del tango con la modernidad de las torres espejadas y los teléfonos celulares. La mezcla de estilos que caracteriza a Buenos Aires es producto de su afán de parecerse a las grandes capitales del mundo; también es el ingrediente secreto que otorga matices diversos a su personalidad desafiante y ruidosa, amante de la cultura y el entretenimiento, las salidas nocturnas, el fútbol y las interminables charlas de café.
Justo al lado del hotel está el Café Iberia, abierto día y noche los 365 días del año. En él Mato y yo diariamente nos sentábamos a charlar después de cenar a tomar café o una excelente botella de vino de Mendoza. Y me cuenta que en 1936 cuando estalló la Guerra Civil. Buenos Aires no estuvo ajena a la contienda y, mucho menos, indiferente. Los republicanos se reunían en El Iberia, y los franquistas enfrente, en el café Español. Las noticias llegadas desde España, según fueran favorables para unos y malas para otros, provocaban muchas veces revuelos memorables que llevaban a grescas con vuelo de sillas, mesas y botellas de una acera a la otra. Otros cafés de visita obligada y diaria era al café Tortoni en la misma calle y lugar de actuación durante muchas noches de Carlos Gardel.
Pero sin duda y luego de muchos días de ir y venir, tanto a Mato como a mi, hubo unas determinadas visitas que jamás podremos olvidar y que todavía hoy comentamos cada vez que nos vemos: La visita al cementerio de Chacarita, inmenso y donde es fácil averiguar la riqueza y la miseria, con una larga parada en las tumbas de Carlos Gardel. y el espacio dedicado a artistas argentinos y españoles allí enterrados. La exposición dedicada a la guerra de las Malvinas y con piezas cedidas en préstamos o donadas por familiares de los 649 soldados fallecidos. La visita a la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) y en la que durante la dictadura se conjugó el secuestro, la tortura y el asesinato de personas con la existencia de una maternidad clandestina. Una autentica maquinaria puesta al servicio del exterminio, el saqueo y la diseminación del terror. Y por último la visita al Centro Gallego de Buenos Aires inaugurado en 1907 y que ha sostenido su prioridad, desarrollando una entidad con amplia cobertura en salud y acción social, creado para difundir la cultura del país de origen. En su teatro el Castelao, asistimos a un concierto y en donde juntos a otros gallegos emigrados escuchamos con lágrimas en los ojos “Terra Meiga”, “Morriña”, “Negra Sombra”, “María Soliña” y unidos en un fuerte abrazo al son del “Himno Galego”.
Gracias Xesús, excelente compañero de viaje y por servirme de guía al otro lado del Atlántico. Mil gracias.